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‘Figurantas’

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La niebla deja ver a duras penas la carretera, aún no ha amanecido y las únicas luces son las de los faros de los autobuses haciendo sus rutas en dirección a la ciudad. Al final de la cuesta que lleva al Distrito 24 está la primera parada, donde Lina espera ya junto al naranjo agitando su brazo con energía para ser vista.

—Buenos días, guapetona, ¿hoy traemos carro? —dice el conductor mientras acerca su mano a la señora para ayudarle a subir al autobús.

—Buenos días, Hugo, sí, esta semana me toca mercado de abastos.

—Muy bien, muy bien. Siéntese y aseguro el carro en esa esquina para que no se caiga durante el viaje.

Lina viste zapatillas de deporte para estar cómoda durante los paseos por los diferentes puestos del mercado. Este es un papel cansado para su edad, pero le gusta porque habla con mucha gente y la mañana se pasa volando. Le recuerda a su vida anterior.

 

 

Desde hace tiempo en las ciudades solo quedan monumentos y edificios históricos. Los ciudadanos tuvieron que abandonar sus barrios y los ayuntamientos se enfrentaron a una crisis inesperada: los turistas no quieren ver a otros turistas cuando viajan.

—¿Cómo están las más guapas del Distrito 24?  —dice el conductor nada más abrir la puerta en la nueva parada.

—¡Eso se lo dices a todas, pelotillero! —responde Amelia a carcajadas mientras sube al autobús apoyada en su bastón.

—Buenos días, Hugo, tú siempre tan alegre —saluda Inés más comedida caminando detrás de ella.

—Siéntense que nos vamos.

Las señoras toman asiento delante de Lina y giran sus cabezas para poder hablar con ella del día que les espera.

—¡Qué bolso tan grande traes, Inés!

—Es que hoy me toca la Iglesia de Santa Marina y el tiempo que tengo que estar sentada en los bancos se me hace eterno. Llevo un par de libros para leer lo que pueda.

—¡Pero si siempre te quedas dormida cuando te toca iglesia! —dice Amelia pinchándole.

—¡Eso no es verdad! También enciendo velas, me santiguo y hago como que rezo cuando veo que entra alguien.

—Aquello parece muy triste —añade Lina.

—Aquello es muy triste —responde Inés.

—Pues hoy vine con el bastón porque me toca coger jazmines por la Macarena. Los meteré en esta limosnera, mirad qué bonita es —dice Amelia intentando animarlas.

—Y luego hacemos moñas a la vuelta —sugiere Lina.

 

 

Al objeto de ambientar los barrios más populares para los visitantes, el ayuntamiento creó un organismo encargado de ofertar un peculiar trabajo a los ciudadanos ya expulsados.

—Ahí están los ojos más bonitos de la Autovía del Sur —dice el conductor.

—¡Qué cumplido más raro, Hugo! Mira quien me acompaña hoy —responde Mila sosteniendo a su perrito Dodu.

—Veo que a mi ratita favorita le toca también trabajar —dice el conductor acariciando al pequeño pomerania color canela.

—Pero poco, nos toca estar toda la mañana con Juana y Eva desayunando en la cafetería de la plaza para recuperar su esencia.

—Tomad asiento y no pidáis muchos vasos de agua allí que luego no me controláis el pipí a la vuelta —bromea el conductor.

—¡Calla! —responde Mila sonrojada.

Lo más complicado fue restaurar los viejos comercios como ultramarinos, zapaterías o mercerías, pero la gente estaba dispuesta a trabajar interpretando cualquier papel que le devolviera un poco a su anterior realidad.

 

 

Decenas de autobuses salen cada día de los Distritos trasladando a las personas que actuarán como los vecinos que una vez fueron. En la ciudad, ni la ropa tendida en los balcones es ya de verdad.

—¿Han tenido un buen día mis señoras guapas? —saluda el conductor mientras indica que vayan subiendo.

—Toda la mañana en el pasillo de los refrigerados del supermercado preguntando la caducidad de los yogures al que pasaba —responde Eva mientras sube.

—Estamos agotadas, esta noche un yogurcito y a la cama —dice Juana desde atrás transmitiendo el espíritu general.

—¡Déjate de yogures! —dice Eva agitando las manos.

—Poneos el cinturón que nos vamos para casa.

Cae la tarde y en la carretera se cruzan los autobuses que vuelven a los Distritos con los que van a la ciudad. El silencio cansado de las que regresan contrasta con el espíritu alegre de las que inician su jornada. Lina saluda desde la ventanilla a Julia, que sentada en el autobús que se dirige al centro, le devuelve el saludo guiñándole un ojo mientras señala su vestimenta. Está muy elegante. Comienza el turno de las jóvenes que durante el trayecto terminan de ensayar sus papeles como figurantas de la noche.

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Este es mi portfolio de trabajos, espero que te guste y estemos en contacto para futuros proyectos.

<3 N.