Ha entrado en la cafetería una señora despeinada y al girarnos a darle los buenos días ha dicho: «Acabo de ser golpeada por una naranja». Otra señora que ya estaba desayunando en una de las mesas ha respondido: «Yo me caí con la moto el otro día por culpa de una naranja». Y la camarera ha añadido: «Ayer entró una mujer con el lado derecho de la cara señalado por una naranja».
Lo seguido fue una especie de competición de a ver quién tenía la historia más terrorífica por culpa de las naranjas amargas de nuestras calles. No han sido pocas, tenemos más de cincuenta mil naranjos solo en la capital de Sevilla, mucho viento y mucha agua. «Esa mujer aún está haciéndose pruebas en la cabeza por el golpe que sufrió aquel día. Tiene daño neuronal o algo deso», dijo la señora que resbaló con la moto. «Si el ayuntamiento no las recoge pronto vamos a morir todas», añadió la despeinada.
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